Meses atrás conocimos al Bugatti Tourbillon, la nueva obra maestra de la compañía de lujo, el cual reemplaza al Bugatti Chiron. Además de un impresionante motor V16 híbrido, que genera más de 1,800 caballos, este espectacular deportivo esconde otros secretos, como la ausencia de un sistema de audio con bocinas, aunque sí puede reproducir sonido, pero de una manera muy particular.
A diferencia de otros fabricantes de lujo que presumen alianzas con compañías de sonido de alta gama, Bugatti decidió no instalar ninguna bocina o algún sistema de audio premium y en su lugar aprovecharon al propio Bugatti Tourbillon para reproducir sonido.

Lo anterior funciona gracias a la piezoelectricidad, un fenómeno físico descubierto en 1881 por los hermanos Jaques y Pierre Curie (sí, el esposo de Marie Curie), que a grandes rasgos hace que algunas partes de la carrocería de fibra de carbono del Bugatti Tourbillon funcionen como una especie de altavoz.
De manera más técnica, el sistema de sonido emplea un cristal de cuarzo, cuyos átomos reaccionan perfectamente en la piezoelectricidad, y en este caso envían una señal eléctrica que hace vibrar un diafragma, que en realidad son distintos excitadores acústicos.

Según explica el propio Mate Rimac, CEO de Bugatti, a Top Gear, este diafragma se emplea en lugar de los imanes de un sistema de sonido tradicional, así que al recibir las señales eléctricas, hace vibrar ciertas superficies del automóvil y esta vibración es la que emite el sonido deseado. Al final el sonido solamente son vibraciones viajando en el aire.
Con este innovador sistema de sonido creado por la propia marca, Bugatti no tuvo que instalar ningún tipo de altavoz, lo que permite mantener la elegancia del diseño original, que no tiene una sola rejilla o altavoz visible, y además se mantiene a raya el de por sí ya cuidado peso del automóvil, que es algo crucial en el desempeño de este bólido, capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 2.0 segundos.

Toda esta innovación de ingeniería no es cualquier cosa, ya que Mate Rimac asegura que hay un mundo de diferencia entre el sistema de audio del Chiron y el sistema envolvente del Bugatti Tourbillon. Y no debe ser para menos, pues ninguno de los acaudalados compradores de una de las 250 unidades de este deportivo se van a conformar con una experiencia de sonido que no esté al nivel de los millones que tienen que desembolsar; tan sólo hay opciones de pintura que cuestan lo mismo que un Ferrari nuevo.

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