Imagina el auto más pequeño en el que puedas pensar. Ahora hazlo más pequeño, eléctrico y, contradictoriamente, una de las opciones más inteligentes del mercado. Eso son los kei-cars, autos diminutos que circulan por Japón y que en México suenan impensables, pero luego de tener la oportunidad de ponerle las manos encima a uno, me queda sólo una pregunta: ¿y por qué no?
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Los kei-cars en Japón se rigen bajo dos normas: tamaño y motor. La clave del Nissan Sakura es atreverse a llevar un motor eléctrico en un país que, sorpresivamente, aún no abre las puertas a la electrificación. Japón vive en el 2050 para muchas cosas, pero en movilidad aún se aferran a la gasolina.
El Nissan Sakura es el auto eléctrico más vendido de Japón. Tiene 63 hp, una batería de tan solo 20 kWh y su carga rinde para tan solo 180 km. Es un auto completamente urbano, pero cuando vives en una ciudad como Tokio, en la que el tráfico es desquiciante y hay pocos lugares para estacionarse, un auto así de pequeño es totalmente lógico, aunque implique una autonomía tan reducida.
En sus 3.39 metros de largo, el Nissan Sakura acomoda a cuatro pasajeros con más destreza que muchos autos. Por ponerte en perspectiva, sus defensas son tan cortos, su techo es tan alto y el espacio está tan bien aprovechado, que (sin cinta métrica en mano) me atrevo a decir que se siente más amplio que un Swift o un Mazda2, aun teniendo una carrocería mucho más pequeña.
Manejarlo es toda una experiencia
No sabría decirte exactamente cómo se siente manejarlo. Es como conducir una combi, pero en miniatura: el cofre es tan corto que no lo ves, las ventanas son enormes y las proporciones hacen que haya cierta inclinación de carrocería en curvas. Yo lo probé en un circuito cerrado, con curvas a velocidades que quizá nunca tomará en su entorno natural —las calles a vuelta de rueda—, pero tampoco fue una inclinación escandalizante. Fue una inclinación curiosa.
Lo que me resultó más curioso fue, precisamente, la misma curiosidad que despertaba este auto entre el resto de mis colegas. Para que tengas el contexto: Nissan nos invitó a conducir una buena cantidad de autos, la mayoría no disponibles en México, desde su miniván estrella (Serena), hasta el Qashqai europeo y sin hacer de lado a los icónicos GT-R y Z. Quizá es porque ya hemos probado Z y GT-R, pero la mayoría de mis colegas (incluyéndome en la manada de bichos raros) teníamos más curiosidad por probar el Sakura que el deportivo estrella de la marca.
Nos subimos a él con la misma curiosidad de quien entra a un restaurante típico de otro país, con ingredientes de los que jamás había escuchado y con un menú indescifrable. Ir al volante del Sakura es exactamente eso: una experiencia tremendamente ordinaria en Japón, pero extraordinaria para quien nunca había conducido un kei-car.
Lejos de lo pequeño que en realidad es, la cabina está muy bien aprovechada. No es una cuatrimoto superdotada, sino un auto diminuto: sus asientos delanteros van unidos, como en los años 70, porque no cabe una consola central en medio. Lo que sí cabe es una pantalla táctil de 9", un clúster completamente digital, llave inteligente, aire acondicionado automático, cámara de visión de 360º y asistencias de manejo avanzadas.
Sería ideal para México, pero no tiene sentido. Y no es culpa del coche
Al final, para moverme diariamente en ciudades de tráfico pesado, un Nissan Sakura me parece la solución perfecta, sobre todo pensando en Ciudad de México, donde a veces se quedan autos atravesados en los cruces y debes hacer maniobras milimétricas para lograr pasar, donde hay pocos lugares para estacionarte y donde rara vez vas a más de 60 km/h. Tiene todo el sentido.
Pero entiendo por qué no tenemos estos autos. El precio puede ser una primera razón dolorosa y es que un auto tan diminuto debería colocarse por debajo de un Dolphin Mini o un Kwid E-Tech, pero el Sakura es igual de costoso, al menos haciendo la conversión de yenes a pesos. Y si encima hay que cargar con costos de exportación desde Japón y sacar ganancias de un volumen de venta bajo, sus posibilidades de llegar se desvanecen.
Incluso si Nissan encontrara la fórmula mágica para vendernos este auto a 250,000 pesos, el freno final se lo pone la infrestructura. Y no me refiero precisamente a los escasos puntos de carga en México (aunque también), sino de la movilidad fuera de la ciudad. Quien tiene un kei-car en Japón sólo lo usa en ciudad porque sabe que para viajar lejos existe un tren rápido (el famoso Shinkansen) y que encima es tan puntual como cómodo.
Las opciones de transporte entre ciudades y provincias en Japón es muy avanzada. Así es como hace sentido tener un auto diminuto, cuando sólo lo necesitas en la ciudad. En México, aunque viajemos sólo una vez al año, seguimos prefiriendo el auto. Tiene sentido cuando no hay trenes y nuestras únicas alternativas son autobuses incómodos o aviones propensos a retrasos.
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