Su motor es más pequeño que el de un Nissan Versa, pero este deportivo que parece deforme alcanza velocidades de locura

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En el marco de la más reciente reunión de Villa d'Este, a orillas del lago de Como, en Italia, se dio cita uno de los coches de carreras más peculiares de los años 60, sumándose a las festividades tanto en exposición como en movimiento: el OSI Silver Fox, una máquina peculiar y de líneas afiladas, construida con un sólo objetivo: competir en las 24 Horas de Le Mans de 1967.

El coche provenía de Officine Stampaggi Industriali (OSI), una pequeña empresa italiana conocida por producir coches de bajo volumen para marcas como Alfa Romeo, Ford e Innocenti.

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Pero a mediados de los 60, OSI decidió que era el momento de ponerle su propio nombre a algo más audaz, diseñado desde cero y construido para la etapa más dura de las carreras de resistencia.

Lo que OSI ideó fue un coche que parecía más un experimento científico que un prototipo de Le Mans. El Silver Fox se creó en torno a un diseño de doble casco, casi como un catamarán. Estas dos estrechas cápsulas le daban al coche la apariencia de un ala flotante.

A la izquierda, oculto tras la cabina, se ubicaba un motor Renault Alpine de cuatro cilindros y 1.0 litros de desplazamiento. Para equilibrar el peso del tren motriz, el conductor se situaba en la cápsula derecha.

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Tres grandes alerones conectaban las cápsulas y se ajustaban en función de la pista, ayudando al coche a encontrar el equilibrio perfecto entre carga aerodinámica y resistencia. La configuración era tan poco convencional como parecía, pero a pesar de su modesto motor, el Silver Fox podía alcanzar los 250 km/h.

Desafortunadamente, los sueños de gloria de OSI en las carreras de resistencia no duraron. La compañía cerró en 1968, y el Silver Fox nunca llegó a la parrilla de salida de Le Mans, así que sólo se construyó un auto. La buena noticia es que ese solitario Silver Fox sobrevivió y sigue vivo, con su aparición en Villa d'Este 2025.

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