Mancha tanto la imagen de tu marca que usar uno de tus productos te asocie inmediatamente con ser simpatizante de la ultraderecha. Ese es el argumento detrás de una demanda contra, cómo no, Tesla, por un grupo de dueños de autos de la automotriz.
Ocurrió en Francia, donde los propietarios de varios Teslas presentaron una demanda contra la automotriz de Elon Musk, bajo el alegato de que el comportamiento del magnate ha dañado su reputación personal al transformar sus autos en símbolos de la extrema derecha. Los dueños buscan terminar sus contratos de arrendamiento sin pagar las fuertes penalizaciones económicas que implicaría devolver los vehículos antes del plazo acordado.
El despacho de abogados GKA, que representa a los demandantes, informó que alrededor de diez personas se unieron a esta acción legal en el Tribunal de Comercio de París. Argumentan que los actos públicos de Musk, como apoyar al partido ultraderechista alemán AfD o financiar la campaña presidencial de Donald Trump en Estados Unidos han contaminado la imagen de Tesla.
“Los vehículos Tesla se han convertido en poderosos símbolos políticos, percibidos como verdaderos ‘tótems’ de la extrema derecha, para consternación de quienes los compraron por su innovación y conciencia ecológica”, expresaron los abogados Patrick Klugman e Ivan Terel en un comunicado citado por Reuters.
Elon Musk, lejos de limitarse a su papel de empresario, ha adoptado una postura política activa que lo ha convertido en figura polarizante. Además de impulsar iniciativas como el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) durante el gobierno de Trump, Musk ha protagonizado gestos públicos que sus críticos asocian con la estética del fascismo, como su famoso saludo que generó comparaciones con el nazismo. Musk calificó esas acusaciones como un “ataque gastado”, el daño a la marca ya estaba hecho.
Al mismo tiempo, Tesla enfrenta una caída importante en sus ventas europeas. En Francia, las ventas descendieron un 67% en mayo comparado con el mismo mes de 2024. En Suecia la caída fue del 54%, pese al lanzamiento del renovado Model Y. Solo Noruega, donde el gusto por los eléctricos sigue firme, registró un aumento del 213%.
La demanda francesa podría agravar el descontento entre los inversionistas de Tesla, quienes antes veían a Musk como un activo comercial y ahora lo consideran un riesgo. Su ruptura pública con Trump también ha desconcertado a seguidores conservadores, creando un ambiente en el que, para muchos, manejar un Tesla ya no representa innovación, sino afiliación política.