Hoy en día, aclimatar el interior de nuestro auto para viajar más cómodos, en función de si hace frío o calor en el ambiente, es tan sencillo como presionar un botón y hacer ajustes sencillos en el sistema de aire acondicionado.
Incluso, hasta el modelo más barato del mercado equipa aire acondicionado de serie en la actualidad, aunque lo más habitual es que tengan climatizador automático, normalmente de dos zonas, pero los hay de cuatro zonas y más, inclusive algunos coches también equipan asientos ventilados, pero lo cierto es que no siempre fue así de fácil.
Willis Carrier inventó el aire acondicionado en 1902, pero hubo que esperar hasta 1939 para ver el primer coche con aire acondicionado. Fue un Packard y ofrecía este sistema de forma opcional. En la década de 1940, varias marcas ofrecieron el aire acondicionado, pero siempre con un cargo un extra y, por supuesto, no era barato.
Pero en la década de los 30, los coches simplemente no contaban con un sistema así, sin embargo, hubo una mente brillante que tuvo la idea de hacer más confortable el interior de los coches y que permitiera tener relativamente fresco el interior del coche en temporada de calor.
Se trataba de una alternativa barata para combatir el calor dentro del coche, un invento que se conoció popularmente como “enfriador de coches” o “enfriador de pantano”, en inglés “swamp cooler”. No era otra cosa que un aparato que permitía mantener el interior del vehículo relativamente fresco, a través de la refrigeración por evaporación de agua.
Se montaba en el marco de la puerta del coche, justo encima de la ventanilla del pasajero delantero, o de una ventanilla trasera, que se dejaba parcialmente bajada, para introducir una salida de aire en el interior del vehículo.
El aparato tenía un depósito de agua con un filtro en su interior y una gran entrada de aire por la que pasaba el aire caliente del exterior; ese aire evaporaba el agua del depósito y pasaba húmedo y, por lo tanto, más fresco, al interior por la canalización de la ventanilla del pasajero.
El depósito de agua tenía suficiente capacidad como para enfriar el coche durante dos o tres horas. Pasado ese tiempo, había que volver a rellenarlo. Lógicamente, cuanto más fría estaba el agua con la que se rellenaba el depósito, más frío entraba el aire al coche.
Compañías como Thermidor, Western Auto, Firestone o JC Whitney vendían este sistema, principalmente en Estados Unidos. Los más baratos dependían de que el coche circulara para que el aire ingresara y evaporara el agua, para finalmente entrara al interior del coche, pero hubo algunos que tenían un ventilador eléctrico, que movía el aire, incluso cuando el vehículo estaba detenido.
El sistema se hizo muy popular en ciertas zonas de Estados Unidos e incluso hubo empresas que lo rentaban, porque se podía quitar y poner rápidamente. Tampoco ocupaba mucho espacio, por lo que se podía llevar en la cajuela y utilizarlo cuando fuera necesario.
Pero como todo lo que empieza termina, en la década de 1960, el aire acondicionado en los coches se popularizó en Estados Unidos y el “enfriador de coches” se dejó de utilizar. Era más efectivo el aire acondicionado y no alteraba la estética ni la aerodinámica del automóvil.
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