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Los autos chocolate ya no sólo llegan desde Estados Unidos: Japón está mandando sus autos viejos a Latinoamérica con el volante del otro lado

Pablo Monroy

Paraguay se ha convertido en el principal destino sudamericano de autos usados de países como Japón, gracias a una reglamentación más permisiva, que facilita la compra de vehículos accesibles, de hasta diez años de antigüedad, a la población con menos recursos.

Conocidos como autos de Iquique, los vehículos importados de segunda mano se han convertido en un fenómeno en el país, donde son puestos en circulación tras haber sido transportados durante miles de kilómetros y transformados (se cambia el volante al lado izquierdo) o reparados una vez que tocan suelo paraguayo.

De ahí que las calles de este país estén repletas de autos japoneses los cuales, antes de llegar a Paraguay, pasan por Chile, para ser modificados y cumplir con las normativas de tránsito correspondientes.

Lo curioso es que son vehículos que sólo fueron hechos para el mercado japonés, algo que se puede identificar por varios parámetros. Por ejemplo, el nombre del modelo. El Toyota Viyz también es conocido fuera de Japón como Yaris o Echo.

Otro detalle que muestra el origen del auto es el interior, pues la información que despliegan las pantallas del sistema de infoentretenimiento, así como de etiquetas de seguridad, está en japonés. También están las insignias y emblemas. Por ejemplo, los autos Toyota portan emblemas del modelo específico del que se trata y no de la marca como tal, algo que sólo pasa en Japón.

Japón exporta tantos autos usados debido a que existe una estricta verificación automotriz local, una inspección técnica conocida en el país del sol naciente como “Shaken”, que en México podríamos compararla con la verificación vehicular, aunque en nuestro país está enfocada en el control de emisiones de gases contaminantes.

Tres años después de su compra, todos los coches nuevos tienen que pasar dicha inspección técnica en Japón, y cuando el auto cumple cuatro años se vuelve a realizar una vez cada dos años. Además, los vehículos de más de 10 años de antigüedad tienen que pasar la inspección cada año, sin duda, algo que se lee tedioso.

Por si fuera poco, el Shaken es caro, pues ronda los 100,000 yenes, es decir, cerca de 12,500 pesos, obviamente si el coche pasa la prueba a la primera, claro. Y es que las posibles reparaciones realizadas para poner el coche en conformidad con las normas las hace directamente el organismo de inspección, con sus propias tarifas. Así que la inspección suele durar más de un día, y puede costar mucho más que los 12,500 pesos iniciales.

De ahí que la mayoría de los propietarios de autos en Japón prefieren vender sus coches, con apenas tres o cuatro años de uso, y pocos son los que conservan sus coches más de 10 años. Así que la mayoría los dan de baja y prefieren comprar otros nuevos.

En consecuencia, esta práctica permite mantener la demanda de coches en niveles altos, impulsando las ventas de coches en Japón. Al mismo tiempo, cientos de miles de automóviles en perfecto estado son exportados, tanto como coches usados como chatarra. Esa chatarra, que en ocasiones son coches relativamente recientes, llega, además de Latinoamérica, a África, Asia y a los Emiratos.

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