Nadie le creía a Toyota cuando prometió autos divertidos, pero lo está cumpliendo: hoy tiene deportivos que otras marcas no se atreven a fabricar

Pablo Monroy

Por lo general, Toyota ha optado por un camino distinto al resto de la industria. Mientras muchas marcas se han lanzado hacia una única solución técnica, el fabricante japonés ha defendido durante años un enfoque multitecnología, que va de los híbridos a los eléctricos, pasando por el hidrógeno y por los deportivos. En ese contexto, la idea de que conducir siga siendo emocionante para sus clientes, no es un eslogan: es una convicción.

Decimos esto porque el pasado 4 de diciembre, en la Woven City de Toyota, a los pies del monte Fuji, esa filosofía se materializó en forma de coche con el Toyota Gazoo Racing GR. Durante su presentación, Takashi Doi, director general del proyecto, comentó que con este modelo, el equipo quiere “transmitir la diversión de conducir y la pasión por los coches”, y a la vista de lo que esconde el GR GT, esa frase suena a estrategia.

El GR GT nació como un proyecto sin concesiones. Su base es un chasis de aluminio completamente nuevo y una arquitectura clásica reinterpretada con mentalidad de carreras. Su corazón es un motor V8 biturbo de 4.0 litros desarrollado internamente, colocado en posición baja y retrasada, para optimizar el centro de gravedad. “Se trata de respetar y volver a los fundamentos: el empaquetado, la rigidez y la aerodinámica”, explicó Doi durante el evento.

La transmisión es otro de los elementos más reveladores del planteamiento de Toyota. El GR GT utiliza un sistema transaxle automático de ocho velocidades de la casa, ubicado en el eje trasero y conectado al motor, mediante un tubo de torsión de fibra de carbono. En su interior hay un engranaje intermedio, que invierte el flujo de potencia, antes de enviarlo a las ruedas traseras, a través de un diferencial autoblocante mecánico.

El directivo fue aún más lejos al definir el GR GT como parte de una familia de “coches pensados para ganar”. Tanto el GR GT de calle y su versión de carreras GT3 se desarrollaron de forma paralela, siguiendo una filosofía muy cercana a la de los grandes deportivos europeos de los años 50 y 60 que corrían en Le Mans y luego se homologaban para la carretera.

El resultado es un deportivo grande, ancho y ambicioso. Con casi 4.82 metros de largo y 2 de ancho, el GR GT juega en la liga de los grandes GT europeos, pero con una interpretación muy japonesa del concepto: técnica visible, obsesión por el detalle y una clara intención de enseñar a la próxima generación de ingenieros cómo se hacen las cosas, cuando el objetivo no es sólo vender, sino aprender y competir.

El GR GT encaja dentro de una estrategia que Toyota lleva años construyendo. El regreso del Supra, el lanzamiento del GR Corolla, la reinterpretación del Land Cruiser o la confirmación oficial del retorno del Celica, apuntan todos en la misma dirección, incluso el nombre MR2 parece preparado para volver.

Todas estas piezas se alinean directamente con aquella declaración de Akio Toyoda en 2017, cuando reconoció que Toyota “se había vuelto aburrida” y pidió a su equipo cambiarlo. Ocho años después, ese mensaje ya no necesita repetirse: se ve en coches como el GR GT, en su planteamiento técnico y en la libertad creativa que Gazoo Racing parece haber ganado dentro del grupo.

En un momento en el que la industria habla casi exclusivamente de electrificación, software y eficiencia, Toyota insiste en algo básico: los coches también son emoción. Puede que no todos estos modelos tengan sentido comercial en términos estrictos, pero como declaración de intenciones, el GR GT deja claro que Toyota ya no tiene miedo a ser diferente otra vez.

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